3 de septiembre de 2008

Amor es Amar

Llegas, amor, cuando la vida ya nada me ofrecía, sino un duro sabor de lenta consunción y un saberse dolorido y desamparado, casi ceniza de tinieblas; llega tu voz a destrozar la noche y asciendes por mi cuerpo como el cálido pulso hacia el latir postrero de quien a solas sabe que un abismo de duelo lo sostiene.

Nada había sin ti, ni un sueño transformado en vida, ni la certeza que nos precipita hasta el total saberse consumido; sólo un pavor entre mi noche levantando su voz de precipicio; era una sombra que se destrozaba, incierta en húmedas tinieblas y engañosas palabras destruidas, trocadas en blasfemias que a los ojos ni luz ni sombra daban: era el temor a ser sólo una lágrima.
Mas el mundo renace al encontrarte, y la luz es de nuevo ascendiendo hacia el aire la tersa calidez de sus alientos lentamente erigidos; brotan de fuerza y cólera y de un aroma suave como espuma, tal un leve recuerdo que de pronto se hiciera un muro de dureza o manantial de sombra.
Y en ti mi corazón no tiene forma ni es un círculo en paz con su tristeza, sino un pequeño fuego, el grito que florece en medio de los labios y torna a ser el fin un sencillo reflejo de tu cuerpo, el cristal que a tu imagen desafía, el sueño que en tu sombra se aniquila.
Olas de luz tu voz, tu aliento y tu mirada en la dolida playa de mi cuerpo; olas que en mí desnúdanse como alas, hechas rumor de espuma, oscuridad, aroma tierno, cuando al sentirme junto a ti desnudo se ilumina la forma de mi cuerpo.
Un mar de sombra eres, y entre tu sal oscura hay un mundo de luz amanecida.

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